Yosimar Cousin es uno de los mejores “frutos” de la cantera camagüeyana de béisbol. Talentos propios en lugar de “importados” ha sido la fórmula local.Foto: Otilio Rivero Delgado/ AdelanteYosimar Cousin es uno de los mejores “frutos” de la cantera camagüeyana de béisbol. Talentos propios en lugar de “importados” ha sido la fórmula local.Foto: Otilio Rivero Delgado/ AdelanteCAMAGÜEY.- Hace solo unos días –por fin– se confirmó que Víctor Víctor Mesa jugará para Industriales en la 57 Serie Nacional. Luego de afirmar durante meses que no tomaría esa decisión, “el mayor prospecto del Cuarto Clásico Mundial”, según la revista Baseball América, parece empeñado en reeditar el “capítulo azul” que algunas temporadas atrás protagonizara otro hijo de papá, Yuliesky Gourriel.

“'Mi familia está en La Habana y trasladarme a Matanzas ya se hace complicado', expresó Víctor Víctor al programa televisivo Jugada Perfecta, donde además reveló que entrena en el estadio 'Changa' Mederos bajo la pupila del mánager Javier Méndez y un grupo de técnicos entre los que se encuentra Carlos Tabares, a quien sustituirá en el jardín central”.

Hasta allí la nota publicada por el diario Jit, órgano oficial del Inder. Con la partida de Víctor Víctor, Matanzas completa una docena de ausencias respecto a la nómina que presentaba al comenzar la temporada anterior. A finales de marzo, una nota del periódico local, Girón, anticipaba que en el próximo calendario los Cocodrilos tampoco contarán con los servicios de lanzadores como Adrián Sosa y Yoandry Ruiz, y de hombres clave en su alineación, entre los que resaltan Yurisbel Gracial y Yordanis Samón, además del camagüeyano William Luis.

Hasta ahora, para los parciales yumurinos las únicas noticias de signo positivo son el regreso de Yariel Duque, desde Artemisa, y el nombramiento del experimentado Víctor Figueroa al frente del equipo.

Vistos los antecedentes, solo un milagro pudiera impedir que los Cocodrilos desciendan hasta las últimas posiciones del escalafón nacional, precisamente donde se encontraban al comenzar la temporada 51. Seis años después, su “renacimiento” termina como mismo comenzó, por la voluntad de un hombre (Víctor Mesa) y bajo el signo de la dependencia hacia quienes lo hicieron posible gracias a su apoyo material.

Varias enseñanzas deja este capítulo de nuestra historia beisbolera. Entre todas, la más significativa es que no puede “comprarse” la gloria. Matanzas lo intentó y fracasó dramáticamente. Sus autoridades y directivos del deporte creyeron que bastaba con “importar” director, entrenadores, atletas y hasta cargabate para rescatar una tradición que parecía perdida para siempre.

Las estadísticas hablan de buenos resultados durante las últimas campañas, en las cuales consiguieron par de segundos lugares y cuatro terceras posiciones, impusieron un récord de triunfos para la etapa clasificatoria, y exaltaron a varios de sus jugadores hasta la selección mayor. Pero no consiguieron que la pelota local reeditara aquellos tiempos en los que el “Palmar de Junco” y el “Victoria de Girón” acogían juegos de Citricultores y Henequeneros, y la afición vibraba al calor de las hazañas rubricadas por hombres como Rigoberto Rosique y Gaspar “El Curro” Pérez. Por entonces, Matanzas no era solo un equipo sino una provincia toda, que podía reconocerse en sus jugadores; en las últimas temporada pasó a ser, simplemente, un club.

Como club al fin, su éxito dependía del soporte material que lo respaldara. Sin los “estímulos” a sus atletas, sin uniformes exclusivos y otras ventajas, resultaba impensable la adquisición de los talentos con que fueron nutriendo sus filas. El día que todo terminó, no hubo razones para seguir defendiendo unos colores que muy pocos sentían como suyos.

Cuando en agosto vuelvan a escucharse las voces de Play Ball! en parques de todo el país, e Industriales salga al terreno con su nueva “adquisición” vestida de jardinero, un centenar de kilómetros más acá, el “Palacio de los Cocodrilos” parecerá más solitario que nunca.

Tan fácil como llegaron, un día las glorias del nuevo Matanzas volvieron a irse. El béisbol camagüeyano, que escogió el camino más largo y difícil, nunca debe olvidar ese ejemplo. Como en tantas otras cosas de la vida, en la pelota el único éxito verdadero es el que se consigue por nosotros mismos.