Camagüey.- Un día, hace ya varios años, Ernesto Calero Hernández se empecinó en conseguir lo “imposible”. Entonces se armó con hacha y machete, y a costa de muchas jornadas de esfuerzo, comenzó a desbrozar el terreno que años antes había ocupado el campo de béisbol de una unidad militar en Saimí.

La falta de topes es uno de los problemas que más afecta a los niños peloteros de La Gloria. Sin embargo, ellos entrenan como si se les esperara la más importante competencia internacional.La falta de topes es uno de los problemas que más afecta a los niños peloteros de La Gloria. Sin embargo, ellos entrenan como si se les esperara la más importante competencia internacional.

Tras el cierre de ese campamento del Ejército Juvenil del Trabajo, bien adentro del municipio camagüeyano de Sierra de Cubitas, la zona se cubrió de marabú. Cual un símbolo, las malezas se extendieron con particular fuerza sobre la superficie de juego, como si quisieran borrar todo vestigio de que alguna vez allí se hubiera alentado la pasión nacional.

“Todo esto era un bosque, no con matas de marabú sino con árboles, troncos grandísimos que solo se podían cortar a hacha”, recuerda Diosbany Casas Sánchez, el encargado de la instalación.

Maikel Medina RamírezMaikel Medina RamírezEste martes, cuando Adelante Digital llegó hasta allí, él acababa de pasar la grada por la medialuna, para “descompactar porque aquí se juega mucho”. Cada fin de semana los aficionados del lugar enfrentan a sus homólogos de otras comunidades del municipio e incluso más allá.

A comienzos del 2016 los esfuerzos de Calero y los continuos planteamientos de sus vecinos en las asambleas de rendición de cuenta motivaron que la Dirección de Deportes local destinará una partida para el cercado del terreno y concluir las mejoras que los propios pobladores ya habían venido realizando. Desde entonces Saimí tiene el que tal vez sea el mejor terreno de béisbol en Sierra de Cubitas. Y sus pobladores lo retribuyen de la mejor forma posible: viviendo strike a strike cada juego.

UNA PROVINCIA, MÁS QUE SU CAPITAL

Durante los últimos años los cubiteños se han mantenido en los primeros planos del béisbol camagüeyano. En la primera categoría, por ejemplo, las más recientes temporadas les reportaron un título y un subtítulo, además del cuarto puesto del actual calendario competitivo.

En el poblado de La Gloria esos logros se sienten como un asunto cercano. Y es que casi todo el mundo conoce a alguno de los jugadores de los Halcones, el equipo del municipio. Integrarlo es el primer sueño de los muchachitos que entrena el profesor Rafael French Connor, un negro espigado y ágil, que al hablar de béisbol pareciera estar contando algo muy íntimo. Una y otra vez insiste en que veamos a sus niños; “aquí hay mucho talento, muchas ganas de jugar pelota”, dice.

Junto a Rafael imparten clases su sobrino Maikel y otro preparador, Reinier Ruiz. Entre todos atienden a los conjuntos infantiles y de los aficionados de la categoría social. Sus mayores inquietudes se concentran en el trabajo de los pequeños, precisamente el grupo más numeroso.

Basta ver las pelotas con las que juegan, y los bates, para saber por dónde va el asunto. “Es difícil”, coincide Rafael, “las pelotas no nos queda más remedio que conseguirlas, buscarlas dónde se pueda. Este año el Inder nos dio diez guantes nuevos, que son una ayuda tremenda, pero solo una o dos pelotas, y de los bates de Florida mejor ni hablar, algunos se parten al primer batazo”.

Las dificultades materiales no son el punto más adverso en la agenda de los beisbolistas de La Gloria. Lo que más les duele es sentir que a veces son postergados, algo de lo cual no tiene dudas Damisela Viamontes Collazo, la madre de un joven que hoy estudia en la Escuela de Iniciación Deportiva Cerro Pelado.

“Yo no sé ni cuántos talentos se pierden sin que venga nadie a hacer una captación. Aquí han habido muchachitos a los que no les han avisado de competencias en la provincia o casos como el del mío, que no solo tuvo que 'forrar la liga'; también tuvieron que ir los profesores a Camagüey para ver por qué no querían darle la beca. No sé, es como si alguien pensara que la pelota nada más se juega en Camagüey”.

Por suerte, ni a Dayron Álvarez Collazo ni a Orlando Miguel Aragón esos conflictos les restan entusiasmo. Desde la altura de sus pocos años este deporte sigue siendo únicamente el juego preferido. Ajenos a obstáculos geográficos y carencias, para ellos la pelota es redonda y todo se resume a lo que cada cual sea capaz de hacer con ella.

EL “JIM ABBOTT” DE SAIMÍ

Se llama Maikel Medina Ramírez, tiene 28 años y desde siempre le gustó lanzar. Su historia no tendría mayor trascendencia si no le faltara la mano izquierda. Esa discapacidad lo ha acompañado desde el nacimiento, obligándolo a inventarse estrategias para ganarse –por derecho propio– un lugar dentro del staff cubiteño.

Algunos lo comparan con Jim Abbott, el mítico pitcher norteamericano que enfrentó a Cuba durante la Copa Mundial de 1988 y más tarde se desempeñara con éxito en el circuito de las Grandes Ligas. No andan muy desencaminados. En cierta forma forma, Maikel remeda sus gestos al lanzar y fildear: se pone y quita el guante con una habilidad pasmosa, sin perder velocidad al desplazarse. Además batea con bastante acierto, sobre todo en esas situaciones en las que todo mánager sueña con un hombre oportuno.

En la más reciente Serie Provincial de Béisbol sus números fueron los que siguen: promedio de limpias de 2,5; victorias ante Minas y Sibanicú, siete salvados y una derrota por cuenta de la Academia.

“Esta fue mi séptima temporada. No tengo mucha velocidad (82-83 millas), pero dicen que mi curva y mi tenedor son bastante difíciles de batear”.

--¿Pero te tiran al suave, eh?

--¡Ni muerto! Yo nunca he aceptado privilegios. En la pelota no soy segundo de nadie.

{flike} {plusone} {ttweet}