Los visitantes habían partido de su ciudad en horas de la madrugada para cumplir un recorrido de más de 100 kilómetros hasta la Eide Cerro Pelado y luego disputar tres juegos de siete innings cada uno. En suma, una “cartelera corrida” que comenzó a las 9 a.m. y terminó a las 4:18 p.m.

Ni por esas circunstancias se pensó en brindarles una merienda, mucho menos un almuerzo. Tales aseguramientos corren por cuenta de las familias, alegó uno de los “responsables” de la competencia, quien se vio obligado a reconocer lo insólito de esa postura, pues no todos tienen el dinero necesario para que sus hijos puedan pagarse los alimentos que —por lógica— debería garantizarles el Inder.

Los juegos que presencié estuvieron llenos de indisciplinas e irregularidades. Por ejemplo, la mayoría de los padres del equipo Camagüey estaban sentados en el dogout o en la salita de anotación, en franca violación del reglamento; mientras, los avileños permanecían del otro lado de la cerca, bajo unos árboles, casi en el abandono.

Tal vez haya sido mejor así. No sé qué pudiera haber sucedido si alguno de los visitantes hubiera escuchado las ofensas que constantemente les gritaba uno de los padres camagüeyanos a los niños de la Tierra de la Piña, sin que ninguno de los organizadores se inmutara en lo más mínimo. Eso, por no hablar del incidente ocurrido en el tercer partido, entre un papá y el coach local de primera base, quien abandonó su responsabilidad luego de la discusión entre ambos (discusión, por calificar el hecho en términos decorosos).

El “sabor” que me dejó esa jornada no pudo ser más desagradable. Por suerte, en un acto de justicia hacia su entrega los avileños vencieron lapidariamente en los tres compromisos (9-2, 6-4 y 14-2).

El futuro de la pelota camagüeyana inquieta por muchas razones, pero pocas superan a las motivadas por la forma en que se educan nuestros atletas más pequeños, entre la falta de recursos esenciales y la carencia de normas cívicas imprescindibles para llegar a convertirse en campeones. Hechos como el del fin de semana anterior lo confirman. Después, en las categorías mayores, queda poco por hacer.

NOTA AL PIE

Los malos aseguramientos a los certámenes de las categorías infantiles y juveniles constituyen un problema de larga data en la provincia. Ni cambios dentro de la estructura del Inder ni la prioridad que se otorga a la formación de los atletas lo han solucionado.

La gran pregunta es ¿cómo se emplean los recursos del organismo? ¿Acaso no son suficientes para mantener la estructura competitiva del país? Las graves dificultades enfrentadas por eventos de primer nivel, como el Campeonato Nacional de Fútbol y la Liga Superior de Baloncesto, en los que han escaseado hasta los uniformes, obliga a replantear el asunto, que en los últimos años se ha hecho cada vez más urgente, pero no por ello parece estar más cerca de las soluciones.

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