Más que hablar de asuntos noticiosos, creo que se impone analizar la marcha del conjunto camagüeyano, que a siete partidos del comienzo del campeonato ya archiva seis derrotas (cinco de ellas en línea).

El único éxito de los nuestros se produjo en la segunda fecha de competencias, cuando el derecho Frank Madan maniató a la ofensiva tunera y fue bien respaldado por los bateadores de su franquicia. El marcador final, 10-0, permitió redondear el primer nocao camagüeyano de las últimas dos campañas (en la serie 54 no se había propinado ninguno) y sellar al menos una victoria costa de los Leñadores, quienes hace casi un año les habían pasado la escoba en los cotejos particulares.

Pero muy pronto se disiparon los buenos augurios que aquel resultado pudiera haber producido.

Luego de cerrar con saldo negativo el último desafío con Las Tunas, entre jueves y sábado los Toros volvieron a sucumbir tres veces a garras de los Tigres avileños, que de esa forma repitieron lo ocurrido en el calendario anterior, con el añadido de haberlo hecho a costa de nuestros mejores pitchers.

Fue un golpe que encontró “eco” anoche, en la primera salida contra los Cachorros holguineros.

De antemano se sabía que la escuadra nororiental se apoyaría en los aprestos de su staff, que venía de perder en cinco de las seis salidas anteriores –es verdad– pero que archivaba un impresionante promedio de carreras limpias (1.30).

Fue demasiado para los dirigidos por Rolando Hernández, quienes solo consiguieron conectar dos imparables ante los envíos del abridor y victorioso Carlos Alberto Santiesteban (quien además les propinó ocho ponches y solo concedió un boleto). Menos libertades aun toleró el cerrador Luis Ángel Gómez, protagonista en las dos entradas del final sin sufrir hits.

Por los nuestros escaló la lomita Frank Madan –el único serpentinero lugareño que hasta ahora ha logrado inscribir éxitos en su hoja de anotaciones–. Y no lo hizo mal, pues cuando al marcharse en el noveno solo había condescendido a que los visitantes pisaran la goma en par de oportunidades (una en el tercero y otra en el capítulo del cierre). Yormani Socarrás vino en su ayuda cuando parecía que la jauría volvería morder, luego del doblete impulsor que puso en la pizarra la segunda y definitiva anotación de los vencedores.

En suma, fue otra noche para el olvido, en la que Camagüey se hundió aún más entre los ocupantes de las últimas plazas de la clasificación.

A estas alturas del torneo el equipo muestra un desempeño preocupante en todos los apartados de juego. Así, la defensa se ubica en el lugar 14 (promedio de .954, 14 rayas por debajo del balance general). No menos negativos resultan los dígitos del bateo (.236, por .269 de la lid, asiento 14) y del pitcheo, que en siete actuaciones ya se posiciona entre los del fondo de la tabla de estadísticas (PCL de 4.89, posición 13).

Diciéndolo de la forma más sencilla y comprensible, en cuanto a desempeño el Camagüey de este año es casi exactamente el mismo de la edición precedente, cuando la provincia terminó relegada a una inédita –y todavía dolorosa– última posición.

Ahora, con nuevo director y un cuerpo de entrenadores renovado parcialmente, los tricolores siguen empantanados en un estilo de juego repetitivo y de pocas ideas, en el que se apela al batazo casi como única alternativa y se siguen perdiendo oportunidades a causa del mal corrido de las bases.

Para completar la ecuación debe tenerse en cuenta la irregularidad del pitcheo y los desaciertos de una defensa que no consigue escalar hasta el nivel que demanda una competición venida a menos pero que sigue concentrando lo mejor de la pelota establecida en la Isla.

Las deficiencias mencionadas resultan demasiado profundas como para que el equipo pueda aspirar seriamente a un asiento entre los ocho primeros de la tabla. Y más cuando –como ahora– no se nota entre sus integrantes esa “chispa” que pudiera ayudar a cubrir las grietas que presentan.

Por lo que parece, este será otro año para el olvido.

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