Así, se juega mucho –y en ocasiones muy bien–, se asegura lo imprescindible para que el evento transcurra sin sobresaltos ni carencias y se buscan alternativas para convocar a la afición, que en definitiva es la verdadera razón que motiva tantos desvelos.

Pero se falla en asuntos tan simples como brindar un adecuado seguimiento informativo a lo sucedido en los parques de toda Cuba, o en la selección de la temporada del año en que transcurrirá la serie (ahora se siguió adelantando la fecha de comienzo para acercarla a los meses más lluviosos y cálidos, precisamente los que en otras épocas se consideraban menos propicios para trajines como estos).

Ni siquiera así se ha conseguido una solución a largo plazo. Y es que sin ser demasiado perspicaz cualquiera puede caer en la cuenta de que el calendario invernal es el que mejor se ajusta a nuestras características y necesidades, con casi ningún partido suspendido a causa de la lluvia, mejores temperaturas y –sobre todo– la posibilidad de no “chocar” con las programaciones de las Grandes Ligas y el campeonato profesional japonés (NPB), los destinos de nuestros principales talentos (ahora y en cualquier escenario similar al actual).

Tal análisis parece no entrar en las proyecciones de quienes llevan las riendas en la Federación Cubana de Béisbol y toman las decisiones a despecho de la afición, los entrenadores y hasta los propios atletas.

En ese sentido, resulta más que sintomático que a estas alturas de la serie el sitio oficial del béisbol cubano siga sin actualizarse de forma debida y que en espacios como el Noticiero Estelar de la Televisión nadie se haya molestado por darle seguimiento –en toda la extensión de la palabra– al torneo.

De los toros en el comienzo

Apelando solo a los números, pudiera considerarse que el compromiso frente a Las Tunas terminó con un resultado positivo para Camagüey. Y es que en la campaña 54 los Toros cayeron tres veces a manos de los Leñadores, quienes no respetaron siquiera a los mejores serpentineros de la franquicia.

Ahora, al menos se consiguió arrancarles un encuentro (por nocao de 10-0 además), aunque se eslabonaron dos fracasos (2-5 y 1-3) que muy bien pudieran haber punteado en el saldo de victorias camagüeyano.

En particular el último, que prácticamente se decidió en el capítulo de apertura, cuando las tres carreras visitantes hicieron saltar del box al abridor Lizander Hernández. Dejarlo lanzar a pesar de su visible mal momento fue el primer error de ese desafío, que al final se selló cuando sorprendieron en segunda a Eleazar Lami (en el noveno, corriendo como emergente en un buen momento ofensivo para los Toros).

Errores similares conforman una larga saga en nuestra historia beisbolera reciente; sin ir muy lejos, en las dos ediciones previas la clasificación se perdió a causa de la habitual decena de derrotas por una o dos carreras con que los Toros jalonaron su recorrido. No pocas veces esos reveses llegaron cuando el equipo tenía poco menos que ganado el compromiso o –de forma similar a lo visto el miércoles– cuando atravesaba un buen momento ofensivo.

Fallar en lo simple es un defecto que parece inevitable en el desempeño de la nave dirigida por Rolando Hernández, habida cuenta de que la juventud de buena parte de sus integrantes y la escasa experiencia de otros no tan jóvenes la hace particularmente vulnerable a las presiones de la “hora cero”.

A los cuatro errores de la primera fecha y el mal corrido de las bases, que en varias oportunidades cortó los arrestos ofensivos de los camagüeyanos, se sumaron los problemas del bateo, que desde la temporada provincial había venido haciéndose notar por su desempeño negativo.

La visita a los Tigres de Ciego de Ávila –desde hoy– define el signo de la presente temporada para Camagüey. En el comienzo del organigrama aún puede apostarse por la solución de algún que otro problema pero tampoco es que sobre el tiempo para plantar buena cara.

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