CAMAGÜEY.- Hasta hace pocos días, millones de aficionados en Cuba siguieron la Serie Mundial de las Grandes Ligas, motivados por el incentivo adicional de ver sobre el terreno a dos de los mejores jugadores nacidos en la Isla.

Pero sus historias de éxito no dejan de ser excepción entre las de cientos de beisbolistas nuestros que han visto cómo se les cierran las puertas al “mejor béisbol del mundo”. Para la inmensa mayoría, el camino hacia la Gran Carpa comienza y termina muy lejos de los diamantes. Tal es el caso de muchos de los que permanecen en República Dominicana, a la espera de un contrato que casi con absoluta seguridad nunca conseguirán.

Uno de ellos es el floridano Dary Bartolomé, quien en enero de 2015 partió de La Habana con un pasaje en clase económica, que le permitiría llegar hasta Ciudad de Panamá, y de ahí, a Puerto Príncipe.

En la capital haitiana lo esperaban los hombres que le habían dado el dinero para el viaje y habían prometido conducirlo hacia el béisbol profesional norteamericano. Dos años y medio después, cuando el periodista Scott Eden lo entrevistó para la cadena ESPN, Bartolomé se ganaba la vida entrenando a jugadores adolescentes en una pequeña academia de Santo Domingo.

“Ha perdido su inversionista y tiene más de 32 años de edad. A su llegada fue vendido por cerca de 100 000 dólares a Julio Lugo, exjugador de los Medias Rojas, quien tomó posesión de su pasaporte y lo entregó a un entrenador, pero aquella relación no terminó bien. Bartolomé acabó viviendo en una casa sin electricidad, contrayendo dengue y siendo salvado por Ángel ‘Nao’ Presinal, su actual jefe, quien le pagó las cuentas de hospital. Aunque sigue sin firmar, insiste en que solo es cuestión de tiempo. Hay scouts de ligas fuera de Estados Unidos que han estado mostrando últimamente interés en él, asegura. ‘Dios mediante, me iré a Japón’”.

INDUSTRIA, MÁS QUE DEPORTE

Desde 2014, numerosos peloteros han emigrado de la Isla; algunos cifran su número en más de trescientos. Forman parte de un fenómeno incentivado por las leyes del Bloqueo, que prohíben toda relación comercial entre las Grandes Ligas y la Federación Cubana de Béisbol. Consecuentemente, los atletas radicados aquí no pueden firmar con equipos integrados en el sistema de las Mayores.

Pero además está el llamado “boom del mercado cubano”, apunta Eden en su reportaje Los prospectos perdidos de Cuba. “Figuras como Chapman, Céspedes, Puig o Abreu han obtenido acuerdos multimillonarios. Con excepción del primero, todos llegaron a Estados Unidos por la vía del contrabando. Y todos sus contratos han enriquecido a esos contrabandistas. Haciendo un repaso de los pagos a dichos peloteros, vemos que totalizan aproximadamente 800 millones dólares. La tarifa promedio en la industria para aquellos que ayudan a la firma de los cubanos como agentes libres es del 30 por ciento del valor total de sus primeros contratos. En teoría, entonces, las redes de tráfico han producido más de 240 millones”.

El problema radica en que se han sacado de la Isla demasiados peloteros, y en República Dominica y el sur de la Florida los que permanecen sin firmar forman hoy un grupo numeroso. Son el resultado de un “modelo de negocios muy similar al sistema de los estudios de Hollywood: un pelotero ‘taquillero’ cubre a plenitud el costo de una docena de prospectos fallidos, creando incentivos para producir la deserción de la mayor cantidad de peloteros posible, sin importar los que queden en el camino. Un agente veterano lo considera injusto: ‘Les venden el cielo y las estrellas, pero al final la mayoría termina como víctimas’”.

No se trata de un fenómeno desconocido para las autoridades norteñas. Ya en marzo de 2015 el artífice de la “fuga” de Yasiel Puig, el cubanoamericano Gilberto Suárez, fue sentenciado en Miami a un mes en prisión, otros cinco de libertad condicional, un año de probatoria y 5 000 dólares de multa, tras declararse culpable del cargo de “conspiración para inducir o ayudar a extranjeros a entrar ilegalmente a Estados Unidos”. Muy poco si se tienen en cuenta las ganancias que le había reportado el acuerdo alcanzado con los Dodgers para el debut de Puig: 42 millones de dólares, de los cuales al menos una tercera parte fue a dar a su cuenta de banco.

¿TODO POR EL ÉXITO?

Bartolomé cruzó la frontera entre Haití y República Dominicana montado en la parte trasera de una camioneta. En el asiento del conductor viajaron, alternativamente, oficiales de las fuerzas armadas de ambos países, para garantizar el paso franco por los controles de carretera.

La vida de un pelotero cubano en Dominicana puede estar llena de peligros, sobre todo cuando se encuentra allí de forma ilegal. Pero además están los conflictos entre los propios inversionistas o “buscones”. “Si uno de ellos quiere hacerse con un jugador de alto valor controlado por otro, casi siempre contrata a oficiales de la Policía Nacional a fin de secuestrarlo y quitárselo a su rival. Así sucedió con el holguinero Yaisel Sierra, quien poco después de su llegada fue arrestado en un gimnasio de la capital y conducido a prisión”, cuenta Eden. Solo fue liberado cuando se completó su traspaso desde la agencia deportiva Octagon “a la de Bart Hernández, personaje que en marzo de este año recibió en los Estados Unidos una condena por trata de personas”.

Yoan Moncada, otro de los talentos que un día reapareció en los showcases fuera de Cuba, también conoció en carne propia los peligros de la travesía. En Guatemala, una de las paradas de su viaje, sufrió varias persecuciones en auto por parte del crimen organizado, narra el reportero Eli Saslow, quien siguió su tránsito hacia la MLB.

Tampoco faltaron tropiezos en los viajes del exlanzador de los Marlins José Fernández, quien debió lanzarse al mar para salvar a su madre, o del toletero José Dariel Abreu, que terminó en el baño de un avión comiéndose su pasaporte falso mientras volaba a Miami. A la postre, el “derecho” a hacerlo le costaría 5.8 millones de dólares y un proceso judicial en los Estados Unidos del que aún no ha conseguido librarse por completo.

“Seguiré intentándolo hasta que no pueda más”, decía con resignación a mediados de este año el holguinero Lerys Aguilera, excuarto bate de los Sabuesos. Había salido ilegalmente de Cuba en abril de 2014, y cada vez veía más lejanas sus posibilidades volver a pisar los diamantes. Su magro consuelo llegó a comienzos de octubre, con la confirmación de que militará en los Indios del Bóer, uno de los principales equipos la Liga Nicaragüense de Béisbol Profesional. Desde hace tiempo, ya no sueña con jugar una Serie Mundial.