GUÁIMARO,CAMAGÜEY.- Recuerda que el primer día llegó sintiéndose incómodo, como si aquel no fuera su sitio. Fue una sensación que solo comenzó a desaparecer luego de que atajara los primeros balones...

Nunca antes había jugado fútbol. Su vida transcurría entre su casa y los deberes como estudiante de noveno grado en la escuela especial Horacio Cobiella, de la comunidad de Martí. Así fue hasta el día en que le propusieron viajar a Guáimaro, para sumarse a la escuadra que se preparaba con el objetivo de representar al municipio en el campeonato provincial de fútbol inclusivo. Siete niños procedían de la secundaria básica Manuel de Jesús Valdés Urra; cuatro, entre ellos él, de la “Horacio Cobiella”.

En las semanas siguientes Yannier aprendió que en solitario nadie es capaz de conseguir prácticamente nada; “siempre vas a tener a alguno de tus compañeros para protegerte, la portería es tu responsabilidad, pero también la de todo el equipo”, le dijo su profesor. Aquellas palabras le siguen pareciendo una verdad “tremenda”.

Desde la Cuna de la Constitución a Camagüey y a Sancti Spíritus, de jugar entre sí a hacerlo contra las mejores provincias del país. La historia de los pequeños guaimarenses se fue escribiendo sobre una sucesión de triunfos y singularidades tan improbables como la de haber ganado el campeonato nacional sin sufrir goles contrarios, o de contar en sus filas con la líder goleadora del torneo.

Si hace unos meses alguien se lo hubiera anticipado, Lisandra Gil Caso habría pensado que la engañaban. Pero el tiempo se encargó de demostrarle que el deporte era (es) su camino. “Quiero estudiar en el 'Fajardo'”, dice antes de recordar, casi a regañadientes, cómo gracias a sus anotaciones Granma, Pinar del Río y Cienfuegos dejaron de ser rivales temibles para convertirse en escalones hacia lo más alto del podio. A quien le pregunta si no sentía miedo al enfrentarse a los varones, le responde con una sonrisa y una certeza muchas veces defendida: “solo tengo que ser mejor que ellos; a mí no me hace falta la fuerza”.

“El fútbol inclusivo es una modalidad de este deporte que promueve la integración de los niños, con independencia de su sexo o de que tengan alguna discapacidad física o mental. Reciben la misma preparación y participan en los juegos en igualdad de condiciones. El reglamento es muy claro en ese sentido: establece que todos los integrantes del equipo deben jugar al menos diez minutos en cada partido; como son diez sobre el terreno, en algún momento todos pasan por la cancha”, explica Leinier Montesinos Sánchez, el profesor. Un poco más allá, sus discípulos dominan el balón con habilidad de profesionales. A primera vista, pudiera pensarse que son atletas de alto rendimiento.

Sin embargo no es así. Su maestría ha sido posible gracias a tantas tardes de entrenamientos, cuando después de clases se convertían en émulos de sus estrellas más admiradas dentro del mundo balompédico. De allí salieron para dominar la competencia municipal y, más tarde, la celebrada a nivel de provincia. Las normas de la convocatoria les permitieron marchar hacia la justa de país sin cambiar su nómina, “pues a la selección ganadora le corresponde siempre la representación de su territorio”.

A casi un mes de haberse convertido en campeones de Cuba, Montesinos y sus muchachos aún no se “recuperan” de la experiencia. Él, sueña con que el año próximo Guáimaro pueda volver a demostrar su valía; ellos, con que las enseñanzas de esta últimas semanas sigan siendo parte de de su vida. El fútbol, han aprendido, no entiende de limitaciones.