CAMAGÜEY.- Desde aquel lejano 15 julio de 1901, cuando el irlandés Peter O’Connor registró un brinco de 7.60 metros, reconocido por la IAAF como el primer récord mundial en el salto de longitud, han transcurrido casi 120 años.

Luego la plusmarca creció 1.35 metros, siendo la segunda especialidad de la rama masculina con menos topes mundiales registrados, con 20, luego de la posta 4x400 que solo archiva 17.

Para derribar los 8.00 metros, los saltadores se tardaron casi 34 años, pues el estadounidense Jesse Owens saltó 8.13 m. en Ann Arbor, Michigan, el 25 de mayo de 1935. La cuota demoró un cuarto de siglo en ser vencida y su conquistador, Ralph Boston, apenas pudo incrementar ocho centímetros (8.21).

Boston y el entonces soviético Igor Ter-Ovanesyan llevaron el tope mundial hasta los 8.35 m., dejando la escena lista para la llegada de Robert Beamon. Bob, como es conocido, conmocionó al mundo del atletismo con su sensacional brinco de 8.90 metros, superando en 55 centímetros lo logrado hasta ese momento por Boston y Ter-Ovanesyan, y en 57 su propia marca, incrementos que no tienen análogos en la historia del atletismo moderno.

Beamon no era un desconocido cuando se presentó en los Juegos Olímpicos de México, pues un año antes escoltó a Boston en la cita panamericana de Winnipeg y en ese año olímpico había saltado 8.33 m. en Sacramento, el 20 de junio, y en los Triales de Estados Unidos (Echo Summit, el 14 de septiembre), con unos 8.39 m. con la ayuda del viento.

Esos 8.90 m. de Bob Beamon parecían el salto del siglo y caminaban hacia esa distinción, sorteando el difícil escollo que representaba Carl Lewis, quien había estado acechándolos desde su aparición en el atletismo a inicios de los años 80. En un enconado duelo, de los tantos que sostuvieron Lewis y Mike Powell, este último derribó el mito con brinco de 8.95 metros, el 30 de agosto de 1991, durante la final del Campeonato Mundial de Tokio. Ocurrió así uno de los acontecimientos deportivos más relevantes del siglo XX.

Este salto de 8.95 m. logrado por Powell va a cumplir 28 años y en este lapso de tiempo también ha sufrido los embates de saltadores por tomarlo, específicamente uno, el cubano Iván Pedroso, quien, en mi modesta opinión, lo conquistó con su salto de 8.96, realizado en Sestriere, el 29 de julio de 1995, invalidado luego debido a ciertas irregularidades, según la Fidal (Federazione Italiana di Atletica Leggera), en la medición del aire.

En la actualidad otro cubano, el jovencito camagüeyano Juan Miguel Echevarría, ha generado expectativas sobre la posibilidad de desbancar a Mike Powell como rey de la prueba, y es que Juan Miguel ha demostrado que tiene potencialidades, incluso, para ir más allá de los 9.00 metros.

En la pasada temporada, sin cumplir los 20 años, entró en el Top Ten histórico con salto de 8.68. Luego envió otra señal de aviso con estirón de 8.83 m. en Estocolmo, con apenas 2.1 metros por segundos de aire favorable. En circunstancia similar quedó en duda el “aterrizaje” más largo del inicio de esta temporada, a 8.92 metros de la tabla de batida, en La Habana. Todo indica que el cubano es en la actualidad el único candidato con condiciones para batir el tope mundial de Powell y cruzar la barrera de los 9.00 metros.