Fotos: Del AutorFotos: Del AutorCAMAGÜEY.- Afirma que fue el último boxeador en efectuar una pelea profesional en Camagüey, y que eso ocurrió en un ring situado en el actual centro comercial de General Gómez.

La historia de este veterano pugilista con apellido mallorquín puede ser la de muchos tantos, pero siempre hay detalles nuevos en su ronca voz que todavía recrea la vieja época, cuando vio pelear a Isaac Logart y conoció a Omelio Agramonte, cuando a pesar de su empleo amaba al boxeo e insistía, costara lo que costara, para ganarle al campeón minimosca de Cuba, la Florida y la costa Este de los Estados Unidos.

Rafael Nicolau Escobedo comenzó con los guantes en 1953, cuando era adolescente, y los hermanos Sabatés, dueños de farmacias y joyerías, patrocinaban los carteles. Así hilvanó 15 victorias consecutivas como aficionado, entre visitas a municipios, provinciales, interprovinciales y nacionales, hasta  toparse con su “némesis”.

“Discutí con Juan Rigores un nacional en La Habana, en 104 libras, pero era un apadrinado de Roberto Fernández Miranda, comisionado de Deportes, hermano de la mujer de Batista. ¡Imagínate! “Pincho” Gutiérrez, Carballoso y algunos cronistas decían que era un crimen, yo era muchacho; sin embargo, lo maté a golpes y aun así me quitaron la pelea. Vine y hasta pensé en colgar los guantes, por la desilusión; luego pasó un tiempo y ambos subimos de peso hasta 112, por tanto nos volvimos a cruzar. ¡Me preparé tanto y fui tan contento que de entrada me fajé duro! Él tenía más experiencia, por eso me equivoqué, al entusiasmarme con la algarabía de la gente, y al descuidarme recibí dos golpes en el estómago y un piñazo en la quijada que me tumbó. Aunque me levanté pararon el combate”.

No obstante, mantuvo su empeño. A la tercera fue la vencida, en el propio Club Gallístico de Camagüey. Rigores venía del Golden Glove, en Estados Unidos, pero no pudo contra “Chino” Nicolau: “Al final, ese ansiado trofeo de la joyería Sabatés lo rompió mi hija cuando empezó a caminar”, y ríe con esa paradoja.

Con una pelea más pasó a los profesionales, las cinco primeras a tres round y luego a cinco, ganándoles a Juan Mena y a “Kike” Ferrera; sin embargo, lo más rudo ocurrió en Santiago de Cuba.

Allá el promotor (también de pelota) José Ocejo organizaba carteles en el estadio Maceo, por tanto solicitaba a Nicolau en viernes alternos. El manzanillero Estebín Sánchez rodó dos veces por la lona, pero el pleito contra Felipe Montes fue encarnizado: “La calificaron como la pelea del año. Ocejo no conseguía a nadie para él, con 126 libras y yo 116. Montes era mejor en todo, yo lo único que tenía era más guapería, por eso me pagaron 10 pesos por cada libra que me llevaba, 250 por la pelea y el 10 % de la entrada bruta por encima de los 500. Llovió y pararon el combate anterior entre Diógenes Sagarra, el hermano de Alcides, y Joaquin “Sapo” Castillo, de Las Tunas, por lo que la gente se enfureció y gritaban ¡Pelea, pelea, pelea! El ring estaba en home, la media luna llena de taburetes a 10 pesos cada uno… ¡No joda, había que boxear! Me tiraron dos veces en el primer round. En la esquina, Fausto Jiménez me aconsejó que abandonara, pero mi padre le dijo que si perdía que fuera allá arriba, bajo su responsabilidad, pues yo era menor de edad, 19 años. Salí como un loco, desde el tercero al sexto le di tremenda ‘pela’, hasta lo saqué fuera de la soga. Todavía hoy me arde el oído si me cae agua y a Montes se le desprendió la retina izquierda. En La Habana él me reconocía, saludaba y les mostraba a sus alumnos al hombre que más golpes le dio en su carrera.

—¿Nunca viajó al extranjero?

—No. Baby Williams, otro boxeador camagüeyano, pidió dos hombres de 118 libras, Mario Sosa y yo, que fueran peso gallo, blancos y fajadores, pero no aceptamos.

—¿Por qué?

—Es que yo leía mucho, trabajaba entre periódicos, sabía que cuando dieras dos piñazos en Estados Unidos eras un bárbaro, pero cuando los dejaras de dar te iban a moler. De hecho a Rigores lo mataron en 10 rounds, a causa de un golpe que se dio en el cráneo, cuando cayó contra el tubo de una esquina.

Después de 1962 Nicolau trabajó como maestro panadero en la calle Damas. Atrás quedaron los entrenamientos en un improvisado gimnasio en la calle Sedano, las carreras por Padre Valencia hasta la loma del Cerro, la lata con caldo de pata en el Matadero y el pedal para repartir periódicos. Hoy vive en San Ramón, los ancianos lo recuerdan entre las grandes apuestas en el Gallístico y los jóvenes no sospechan que su ronca voz encierre tantos golpes y sudores.