CAMAGÜEY.- Después de casi un mes de emociones, los Juegos Centroamericanos y del Caribe Barranquilla 2018 este fin de semana y la principal noticia que nos deja es que Cuba ha quedado en el segundo lugar del medallero general, lo que no ocurría desde la edición de San Juan 1966.

Aunque los directivos del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación mantuvieron su desmedido optimismo hasta último momento, México, con 132 medallas de oro, 118 de plata y 91 de bronce, logró destronar a la Mayor de las Antillas (102-72-68).

Tanto los aficionados como los colegas de la prensa especializada ven este fenómeno desde dos puntos de vista: el sistema deportivo cubano está entrando en crisis y el panorama deportivo centrocaribeño se ha desarrollado en los últimos años.

Unos prefieren la versión de la hecatombe y otros otorgan méritos a los países del área. Para este redactor, la derrota en Colombia tiene matices de ambos argumentos y un poco más.

El deterioro progresivo de nuestras instalaciones deportivas desde los difíciles años ‘90, la eliminación de importantes escalones de la llamada pirámide de alto rendimiento y el abandono del sistema de captación temprana en cada batey o comunidad del país son claves en nuestro retroceso.

Aunque las universidades del deporte gradúan anualmente miles de especialistas, no todos apuestan luego por la superación o el trabajo en la base. El crecimiento científico de entrenadores y dirigentes debe estar enfocado en resolver nuestros principales problemas y no se puede descartar la alianza con técnicos extranjeros para potenciar áreas específicas, como se hizo en los tiempos de la colaboración con las naciones del campo socialista.

Además, cientos de los mejores profesionales de la cultura física del país están contratados por federaciones en el extranjero donde las posibilidades de superación y remuneración son superiores. Detrás de decenas de medallas de Guatemala, Colombia, Panamá, Costa Rica, México y otras naciones, están las manos de nuestros preparadores.

Hemos centralizado el desarrollo de disciplinas que reparten un gran número de medallas en juegos múltiples como natación, remo, canotaje, velas y tiro deportivo. Ante la insolvencia económica de las federaciones nacionales, estas y otras han quedado rezagadas y no se han buscado alternativas como la contratación de atletas en clubes internacionales que puedan garantizar su evolución.

En los deportes colectivos sucede algo parecido, pues tanto el éxodo de los atletas de voleibol y béisbol, como el aumento del nivel competitivo de todos, pueden resolverse con una acertada política de contrataciones. No es solo una hipótesis: el éxito rotundo de la selección masculina de balonmano en Barranquilla ya es una prueba.

No se puede mirar a otro lado mientras que el resto del mundo asume el deporte como uno de los negocios más rentables de la industria del entretenimiento. El principal objetivo de nuestro sistema debe ser siempre garantizar que sea un derecho del pueblo y sirva para su desarrollo espiritual y físico, mas no perdemos nada insertando a los mejores talentos en circuitos en bien del ascenso que se experimenta desde enero de 1959. Países como México, Colombia, República Dominicana, Jamaica y Venezuela aumentan cada año las inversiones en el sector, conscientes del éxito futuro de sus atletas y las ganancias económicas vinculadas.

En momentos en que el sistema socioeconómico cubano está en plena carrera por su actualización y se revisa nuestro rumbo como nación, no podemos darnos el lujo de perder una de las conquistas de la Revolución que más alegrías le ha dado a su gente. Estamos acostumbrados a ser una potencia deportiva a nivel mundial, por eso, más allá del hecho de cederles el trono centroamericano a los mexicanos, nos preocupa la continuidad de un ciclo que tiene como competencia fundamental los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.