BUENOS AIRES, ARGENTINA.- Si no lo contará nadie lo creería, pero el argentino Lucas Ledezma logró la hazaña de viajar 14 200 kilómetros desde su ciudad de Córdoba hasta Moscú en busca de una meta con fines solidarios.

Tras la clasificación de la selección argentina de fútbol al Mundial, este profesor de educación física partió desde Córdoba el 5 de enero pasado rumbo a la sede de la cita deportiva no solo para ver de cerca a la albiceleste, como buen hincha, sino para recaudar fondos en busca de construir una escuela para niños discapacitados en Toledo, su tierra natal.

Emocionado, con lágrimas y la voz entrecortada, Ledezma anunciaba la víspera en un video difundido en las redes sociales su llegada al Kremlin y pidió a través de su celular que lo acompañaran en los últimos 100 metros de su azaroso recorrido.

Agradezco a toda mi familia, a aquellos que me ayudaron en este viaje, dijo emocionado tras resaltar que vivió en este viaje un montón de cosas y muchas veces estuvo por bajar los brazos, creyendo que no iba a llegar. Por suerte la cabeza siempre estuvo firme con el objetivo claro, el cuerpo respondió de la mejor manera, manifestó.

En este viaje, uno de los varios que ha realizado, pero nunca tan lejos, recorrió 21 países, tres continentes, y acá estoy, expresó ante las cámaras del canal TyC Sports tras finalizar la trayectoria.

No es la primera travesía de Ledesma. En 2014 recorrió dos mil kilómetros hasta Brasil para seguir a la selección en el mundial y un año después repitió lo mismo desde Córdoba hasta Viña del Mar antes de iniciar la Copa América.

Con el corazón y la fuerza de cumplir ese sueño de construir la escuela, sorteó momentos muy difíciles, sobre todo los primeros días cuando tuvo que enfrentarse al Paso de Jamas, que conecta a Argentina con Chile, que logró hacerlo en los primeros 15 días.

Fue muy duro físicamente, con cuatro mil 800 metros sobre el nivel del mar y para mayores riesgos el desierto, enfrentarse al viento que no lo dejaba avanzar. Tuve que hacer noche dos veces en pleno desierto, sufrir, llorar, patear carteles porque no podía avanzar y opte por pedalear en la madrugada que era mejor, recordó.

A bordo de su bicicleta venzo de 27 velocidades, convertida en su hogar en estos últimos cinco meses, pedaleaba entre 120 kilómetros diarios.

Dotó a su ciclo con espejos pero también contaba con una heladera, donde ponía los alimentos diarios, abundante agua, ropa, herramientas y elementos de cocina, la bolsa de dormir. Esta es mi casa, dijo a las cámaras.

El profesor de educación física reiteró su agradecimiento a aquellos que le abrieron las puertas de su casa en todas las naciones por donde estuvo mientras mostraba su bicicleta, donde colgó las banderas de todos los países en los cuales hizo escala, aunque, dijo, me falta colocar las de Letonia y Lituania nada más, ahí están todas.

Para Lucas todo ese sacrificio ahora empieza a tener frutos y aseguró que seguirá luchando para que se construya esa tan anhelada escuela.