Hace solo unos días, Maikel fue recibido por sus vecinos. Durante el encuentro le entregaron reconocimientos de varias organizaciones de masa.Foto: Tomada de jit.cuHace solo unos días, Maikel fue recibido por sus vecinos. Durante el encuentro le entregaron reconocimientos de varias organizaciones de masa.Foto: Tomada de jit.cuCAMAGÜEY.- Antes de caer en trance, intentando reiniciar su mente en busca de concentración, recordó que podría irse sin medalla. Llegaba a esa tercera ronda de saltos ocupando el quinto puesto y el nerviosismo hacía acto de presencia, como un compañero tan indeseado como difícil de conjurar.

“A las competencias se va con dos jabas… ”, le habían enseñado mucho antes, cuando siendo solo un niño se empeñó en “volar” a fuerza del empuje de sus piernas. En la pista Patricio Lumumba, su primer gran escenario, aprendió que no importaban los pronósticos ni las buenas intenciones, al final dependería del estirón con que fuera capaz de dejar atrás metros y rivales. Todo dependía de él.

Desde hace unos días, Maikel Vidal consta en los registros oficiales de la IAAF como campeón mundial de cadetes, una condición que ganó durante cita del orbe de la categoría en la ciudad de Nairobi, capital de Kenya. La propia página de la Asociación Internacional de Federaciones Atléticas consigna que los siete metros con 88 centímetros con que lo hizo constituyen su mejor marca de por vida (tres centímetros más que lo que hasta entonces había logrado).

Hasta allí la noticia, de ahí en adelante comienza la historia. Sentado en la sala de su casa, en el reparto que hoy “gobierna”, el “Príncipe del Jardín” recuerda cómo el día que llegó al equipo nacional, allá por 2015, ya se sentía un competidor “entero”, gracias a los entrenadores que lo condujeron durante sus primeros pasos en Camagüey.

“Estuvieron los profes Luis Martínez y Cousín, la profesora Amanda... con ellos aprendí que lo más importante era dedicarme al salto con todo. Uno de quienes me dijo que mis mejores virtudes eran la explosividad y agresividad con que le ‘entraba’ a la tabla, pero que con eso no bastaba, tenía centrarme en el deporte como si fuera la razón de mi vida. Ahora entiendo por qué”.

La carrera se le terminó prácticamente sin darse cuenta; “la tabla, la tabla… cuidado con la tabla”, atinó a recordar casi en el último instante, con el pie al borde de la cinta de plastilina. Luego fue el vuelo.

“Tenía miedo de cometer foul; ya me había pasado en el segundo intento y volvió a ocurrirme en los tres últimos. Tantos meses de entrenamiento para perder por unos pocos centímetros. Es más difícil porque uno sabe que son seis oportunidades para demostrar que eres el mejor, o que al menos puedes igualarte con cualquiera”.

Al final, Maikel llegó más allá. Lester Lescay, su compañero de equipo, lo secundó en la coronación de un éxito que reeditaba el del santiaguero Maikel Massó, ahora la principal figura del equipo nacional.

“Mi próximo salto será siguiendo los de él. Siento que todavía hay mucho Maikel Vidal por ver”.